Es curioso como logra sentirse una cierta solidaridad anónima al mirar por la ventana en horas trasnochadas y detectar un puñado, sólo un puñado, de rectángulos iluminados entre las torres de concreto que bloquean el horizonte. De repente una iglesia arcáica arroja también un puñado de tonos y nos recuerda que los demás, todos los demás, están durmiendo en la oscuridad.
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